(English version below)
Era inevitable que una región de vinos no tuviera su morada dionisiaca. En La Rioja España, todos la conocen como la calle Laurel. Se trata de una estrecha y corta calle de Logroño donde se instalaron decenas de restaurantes que ofrecen espléndidos platillos acompañados de sendos vinos riojanos, en un ambiente que comienza ya avanzada la noche y termina de madrugada.

Si se quieren hacer bien las cosas, conviene dejar la calle Laurel para después ya que habrá que manejar algunos kilómetros de carreteras, y esos caldos bien trabajados de uvas tempranillo no son precisamente los mejores copilotos que se puedan desear.
También habrá que abandonar La Rioja y entrar al territorio de la Rioja Alavesa. El primero es una Comunidad Autónoma y, el segundo, una provincia de otra Comunidad.
Si no se quiere complicar el momento con asuntos de geografía, sólo hay que plantarse en el poblado de Laguardia (Alava), un lugar con once siglos de historia, que presenta en sus calles medievales, y en muchos de sus edificios, algunos de los momentos de cuando fue parte del reino de Navarra y, otros, ya de plena España.
Para quienes están siguiendo el rastro del vino, lo mejor es entrar al subsuelo del poblado por alguna de sus bodegas subterráneas --atestadas de tiempo y del profundo olor del oro líquido--, aquí casi siempre tinto. Si se pregunta a cualquier vecino por una de estas bodegas, tendrá que permanecer en el pueblo durante varios días: la lista será interminable. Para facilitar las cosas, mejor no pregunte a nadie y visite la Vinoteca Entreviñas y Olivos, que brinda una buena panorámica de la arquitectura interior y del sabor de la región a través de diversos productos alimenticios de los alrededores y, por supuesto, todo ello amenizado con vino de la casa. Si aún se quiere investigar el subsuelo de Laguardia, acuda a la Bodega El Fabulista, debajo del Palacio de Samaniego, donde el vino se trabaja de forma totalmente artesanal.
La siguiente escala se ubica a pocos minutos de Laguardia: se trata de un regreso al futuro en varios segundos. Si antes de salir del pueblo tuvo ocasión de disfrutar del mirador, habrá observado la estructura de metal y madera que lleva la firma de uno de los arquitectos más famosos del momento, el valenciano Santiago Calatrava. El edificio alberga las Bodegas Ysios y puede visitarse durante todo el año y probar sus vinos, ¿cómo no?, con vista a decenas de barricas dentro de una bodega impecable. Para llegar a Ysios sólo hay que seguir las indicaciones, pero para dirigirse al siguiente punto de la ruta será prudente perderse por las carreteras que recorren los viñedos. La montaña que verá en todo momento, y que servirá como referente para evitar el extravío total por los campos, es la Sierra de Cantabria. Una vez que se ha peregrinado por el lugar, es momento de tomar rumbo a Elciego.
Es un poblado muy pequeño que cuenta con más de diez siglos de existencia. Sin embargo, antes de la llegada de la obra de arte de Frank O. Gehry, pocos sabían de su existencia, salvo los buenos buscadores de vino.
Las Bodegas del Marqués de Riscal también decidieron plantar cara al proyecto de llevar a la Rioja al reino de la arquitectura contemporánea y optaron por llamar a uno de sus mejores creadores: Gehry, quien con su gran nombre y sus muchos años, creó una de las bodegas de vino más vanguardistas de toda España.
Cuando no se pueda agregar algún otro adjetivo de rendición ante la propuesta del edificio, es momento de entrar al subsuelo del mismo y recorrer las entrañas centenarias de las bodegas. Entre verdaderas cuevas cubiertas de humedad se encuentra la barrica destinada al jefe de la monarquía española, así como una colección de miles de botellas --algunas de ellas guardando vinos de un siglo de antigüedad. Si necesita más tiempo para admirar el edificio de Gehry, simplemente hospédese en él: se trata de un hotel de gran lujo.
Haro y Briones son los dos destinos siguientes, ya en la propia Comunidad de La Rioja. Briones es otro pequeño poblado medieval, con una original plaza casi rectangular --con ganas de no ser geométrica--, en la cual se encuentran varios bares pequeños, aptos para paladear pimientos o patatas riojanas, o bien cualquier otra tapa que proporcione suficiente energía para adentrarse en el enorme Museo de la Cultura del Vino.
Un templo de culto al vino que el propio Dionisio habría querido para sí mismo.
Pero en Haro, una ciudad de tintes más modernos y con la mayor densidad de bodegas de la zona, hay otro sitio de veneración vitivinícola localizado en la propia esencia de las Bodegas López de Heredia. No es un museo formal, pero la importancia que le otorgan al proceso de producción del vino, ha permitido la conservación de herramientas, barricas y detalles arquitectónicos llenos de originalidad, que permiten asomarse al trabajo genuino y clásico de la uva. Eso sí, el vino de la casa se degusta en el interior de un espacio contemporáneo creado por la arquitecta Zaha Hadid.
Desde Haro se puede tomar la carretera A-68, una de esas autopistas que no quieren saber mucho de los detalles de la región, aunque sería mejor seguir por caminos secundarios y dejarse cautivar por los interminables viñedos y decenas de pequeñas bodegas, llenas de historias que detallan su propio viaje por el mundo vitivinícola. Posteriormente se puede dirigir a Logroño por la A-68 y buscar la calle Laurel, aunque las de San Juan y Portales también ofrecen las famosas “Chuletillas al Sarmiento” y, sin duda, todos esos vinos madurados en el reinado de Dionisio, con el permiso de don Felipe, desde luego...
Road trip with Dionysius / Rioja
It was inevitable that a wine region didn’t have its Dionysian dwelling. In La Rioja, Spain, everybody knows it as Laurel Street. It’s a narrow and short street of Logroño, where dozens of restaurants offer splendid dishes accompanied by wines of La Rioja, in an environment that starts late at night and ends early in the morning.
Road trip with Dionysius
It was inevitable that a wine region didn’t have its Dionysian dwelling. In La Rioja, Spain, everybody knows it as Laurel Street. It’is a narrow and short street of Logroño, where dozens of restaurants offer splendid dishes accompanied by wines of La Rioja, in an environment that starts late at night and ends early in the morning.
If you want to do things right, leave Laurel Street for later as you must drive several highway kilometers, and those wines of early grapes aren’t precisely the best co-pilots you may desire. You have to leave La Rioja as well and go to La Rioja Alavesa’s territory. The first one is an Autonomous Community and the second is a province of another community. If you don’t want to complicate the moment with geography issues, just stay in Laguardia’s village (Alava), a place with eleven centuries of history that presents in its medieval streets as well as in many of its buildings, several moments when it was part of Navarra’s kingdom, and others, of Spain itself.
Those who follow wine’s trail must enter the village’s subsoil through some of underground wineries --full of time and deep smell of liquid gold--, although here it’s almost always red. If you ask some neighbour for one of these wineries, you’ll have to stay in town several days: it’s an endless list. To make things easier, better don’t ask anything and go to Vinoteca Entreviñas y Olivos, who offers a good panoramic of interior’s architecture and regional flavour through several food products, all enlivened, of course, by the house wine. If you are still interested in investigating Laguardia’s subsoil, visit Bodega El Fabulista --under Samaniego’s Palace—where wine is worked in a traditional way.
Next scale is close to Laguardia: it’s a come back to the future in few seconds. If you enjoyed the mirador (viewpoint) before leaving the village, surely you saw a metal and wooden structure carrying the signature of one of the most famous architects of the time: Santiago Calatrava, from Valencia. The building houses Bodegas Ysios, which you may visit all year long and taste the wines with views to dozens of barrels in the impeccable wine cellar. To get to Ysios just follow the indications, but to go to next route’s point it would be wise to get lost in the vineyards roads. The mountain you will see all the time, which serve as a reference to avoid total misguidance in the fields, is Sierra de Cantabria. 
After peregrinating in this place it’s moment to go to Elciego: a small town which counts on more than ten centuries of existence. However, before the arrival of Frank O. Gehry’s work of art, few persons knew about its existence, except good wine seekers.
Bodegas del Marqués de Riscal also decided to stand up and carry La Rioja to contemporary architecture’s kingdom, calling one of the best creators: Gehry, who built –with his great name and his many years-- the most avant-garde winery of all Spain. When you can no longer praise the proposal of the building, it’s time to enter its subsoil and travel the wineries’ centenary entrails. Between caves covered in moisture you may find the wine cask destined to Spanish Monarchy’s Head as well as a collection of thousands of bottles, some of them keeping wines a century old. If you need more time to admire Gehry’s building, stay right there: it’s a luxurious hotel.
Haro and Briones are next two destinations in La Rioja Community. Briones is another medieval small village, who has an almost rectangular plaza (square) –wishing not to be geometrical—, where you can find several small bars ideal for tasting La Rioja’s peppers and potatoes or some other tapa (snack), which will give you enough energy to visit the huge Museo de la Cultura del Vino (Wine Culture Museum), a wine’s cult temple that Dionysius would have liked for himself. 
But in Haro --a modern city with the highest density of wineries-- is another veneration’s place of viniculture, located in Bodegas López de Heredia. It’s not a formal museum, but the importance given to wine’s production process has allowed the keeping of tools, barrels and original architectonic details, letting see the classic and genuine grape’s work. Of course, the house wine can be tasted in a contemporary space created by architect Zaha Hadid.
From Haro you may take A-68 highway, one of those paths that don’t want to know region’s details, although it would be better to take secondary roads and be captivated by endless vineyards and dozens of small wineries full of tales about their own trip by viniculture’s world. Later, you may go to Logroño by A-68 highway and look for Laurel Street --although San Juan and Portales streets also offer the famous “Chuletillas al Sarmiento” (Sarmiento’s style pork chops) and, surely, all those wines matured in Dionysius’ kingdom, with don Felipe’s permission, of course…

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