En 1990, la galerista italiana Carla Sozzani creó su propio mundo en las céntricas calles de Milán, su ciudad natal. Su larga trayectoria como editora de diversas publicaciones de moda --especialmente la versión italiana de Vogue y Elle--, además de trabajar de la mano con diversos artistas contemporáneos como Herb Ritts, Robert Mapplethorpe, o Sarah Moon, conformaron en ella una profunda experiencia que debía quedar plasmada de alguna manera. Crear su propia revista o abrir una galería podrían haber sido un camino natural, pero quizá eso mismo la empujó hacia otro derrotero.
Optó por las señales que su creatividad le iba enviando y fue así como
10 Corso Como comenzó a tener sus primeros bosquejos. Es una tienda, un espacio, un concepto --o todo eso junto—, que dio lugar a una tendencia que muchos quieren continuar. Asimismo, es un sitio que la gente, atraída por el mundo de las artes visuales, considera como un pequeño templo que debe visitar cuando Milán aparece en su agenda de viaje.
Una revista que respira
Sozzani no se cansa de comparar su tienda con una revista, pero viva. Un lugar en tres dimensiones donde colaboran personalidades del arte a través de exposiciones temporales: ahí venden sus creaciones o dialogan en torno a la moda, la pintura, la arquitectura o la fotografía. Actualmente, muchas ediciones han desembarcado en el mundo de internet, pero Sozzani decidió tomar un rumbo diferente, con la intención de crear un espacio cercano a la gente, alejado de las prisas, donde estar y comprar, charlar y observar ocurren al mismo tiempo. Una propuesta similar a las tendencias “slow”.
Ingredientes del universo, primera planta
La arteria milanesa de Corso Como consiste en una serie de tiendas de moda, cafeterías y un ambiente callejero que invita a recorrerla a diferentes horas. Cada momento tiene su propia esencia. Pero en el número 10 hay un punto y aparte. Es algo que se percibe desde que aparece a la vista la discreta fachada del que fuera un antiguo edificio industrial, en cuyo interior suceden cosas distintas. El jardín pleno de vegetación y flores de temporada acompaña hasta la cafetería, lugar que fluye con facilidad entre la terraza y su interior, diseñado por Kris Ruhs –pintor, escultor, joyero y ceramista norteamericano--, quien realizó un trabajo en el que las arcaicas estructuras del edificio juegan con la luz natural y la artificial.
A un lado se encuentra la tienda, donde la moda es la gran invitada. Diseñadores de reconocida fama exhiben sus mejores trabajos, tanto de ropa como de accesorios. Salir de aquí sin comprar algo no causa ninguna frustración, ya que sólo con ver las propuestas que se exponen queda uno más que satisfecho. Pero si hubo valentía para sacar la cartera, no hay palabras para definir la calidad que se llevará uno a casa.
Ingredientes del universo, segunda planta
10 Corso Como está compuesto por una sucesión de espacios donde se da prioridad a la filosofía o al concepto, más que al objeto en sí mismo. En el segundo piso hay que respirar profundamente antes de visitar cada uno de los rincones de la librería. Artistas de todas partes, de cualquier tendencia y de diversas disciplinas, presentan su mundo a través de los cientos de publicaciones con que cuenta la estantería.
Sin embargo, hay que saber controlar las ansias porque éstas querrán ir lo antes posible a la galería vecina, un lugar reservado para realizar exposiciones de diverso calado: fotografía y pintura sobre todo, pero sin dejar de lado otras propuestas de vanguardia. Por supuesto, la moda en ambos espacios cuenta con grandes dosis de protagonismo. Sozzani no puede ocultar sus orígenes. Y no lo intenta: por el contrario, podría decirse que lo exhala. Los muros de la galería han tenido el honor de exponer el trabajo de Helmut Newton, Annie Leibovitz o Bruce Weber, por citar algunos.
En constante evolución
En el mismo edificio se encuentra 3 Rooms, un pequeño hotel con 3 suites para quienes se resisten a dejar el prodigioso universo creado por Sozzani, en el que descuella el gusto tanto en la decoración como en el servicio. Sebastian Matta, Eero Saarinen o Joe Colombo son algunos de los artistas que colaboraron en la ornamentación de las suites.
El roof garden es otro de los motivos que hacen que muchos dejen para otro momento el recorrido por el resto de la calle Corso Como. Si se desean más dosis de este concepto, hay solución para ello: actualmente existen sucursales en Seúl, Shangai y Beijing.