Viena es una ciudad de buenos modales, muy cercanos a la buena educación, pero también cuenta con dotes que la mantienen a la vanguardia de fuertes idearios que suelen romper las reglas. Para conocerlos, hay que incumplir por momentos las instrucciones de las guías de viajes convencionales. La primer escala puede ser la obra de Hundertwasser.
Contacto inicial
Lo primero que conviene hacer es dejar atrás las calles del centro de Viena, donde se encuentran lugares tan majestuosos como la propia catedral o los impresionantes museos. El tranvía número 1 viaja hacia el este de la ciudad –al distrito 3--, que es al que hay que dirigirse para conocer dos de las obras que Hundertwasser construyera en la capital austriaca. No es necesario buscar asiento durante el trayecto porque se trata de un viaje de pocas calles, aunque habrá que prepararse para descubrir una Viena muy distinta al bajar del tranvía. Las vistas son las de un barrio común y corriente, donde la panadería o la tienda de flores son los locales más visitados, o donde la plaza pertenece a los vecinos -- no sólo a los turistas--, lo cual permite observar la rutina de la vida cotidiana. Sin embargo, al estar frente a la KunstHausWien ya nada tiene que ver con la uniformidad del día a día.
En lo que fuera la fábrica de muebles Thonet –construida en una superficie de 4 000 metros cuadrados--, Hundertwasser vistió el edificio con la espontaneidad de su creatividad y mediante cerámica, ladrillo y madera le otorgó nueva alma. Sus dos primeras plantas están reservadas para la exhibición de la obra completa del artista: las maquetas acompañan decenas de dibujos y las pinturas intercalan las salas con escritos, proyectos e ideas muy cercanas a la ecología, la política y, por supuesto, al arte. Después habrá que decidir si queremos visitar las últimas plantas --dedicadas a exposiciones temporales-- o disfrutar, en la comodidad del Café Dunkelbunt, las panorámicas completas del inmueble desde su espléndida terraza.
La tercera piel
“El arte por el arte es una aberración, la arquitectura por la arquitectura es un crimen”: idea de Hundertwasser que define muy bien su propuesta conceptual, la cual se puede gozar plenamente en un edificio localizado en ese mismo distrito. El Ayuntamiento de Viena le encomendó al artista la creación de lo que más tarde se conocería como la Hundertwasser-Haus: guiño que la política hacía a toda la filosofía que rodeaba al artista vienés, uno de los más reconocidos a finales del siglo XX.
El propósito era crear una nueva forma de percibir el concepto de la vivienda social, asunto que logró de forma redonda, dotando a esa tercera piel --como llamaba al hábitat del hombre— de singular belleza y armonía. Sus pasillos nunca son rectos, el suelo es desigual, el revestimiento de los muros es ondulado, las ventanas no saben de orden regular y la integración de los árboles acompaña el abigarrado colorido de todo el edificio. Por tratarse de viviendas, la entrada no está permitida; no obstante, la visita desde el exterior tiene un largo viaje a través de esta enorme pintura transformada en pequeño pueblo vertical, donde 50 departamentos son habitados por 50 afortunadas familias, que saben lo que es vivir en la “Casa de los Sueños” de Hundertwasser, un oasis para la naturaleza y el hombre en medio de un gran paisaje urbano. Precisamente enfrente se encuentra otra intervención arquitectónica del artista, en lo que fuera un garage. Se trata de Kalke Village, sitio plenamente preparado para hacer vida de turista: cafés, tiendas y constante movimiento de gente tratando de encontrar el mejor souvenir.
Arte en la industria
Del distrito 3 hay que trasladarse al número 9, en el norte de la ciudad. Conviene hacerlo en metro y bajarse cuando se tenga la impresión de haber visto por la ventana una mezquita-palacio con aires industriales. Se trata de la Spittelau, una planta incineradora de basura que produce energía para el sistema de calefacción urbana de la ciudad de Viena. Este edificio también está ataviado con toda la imaginación de Hundertwasser, que no sólo dio vida a la piel exterior, sino que tomó parte importante en el trabajo de depurar los gases tóxicos de la central, consiguiendo que el índice de emisión de dióxido de carbono fuera casi nulo. El arte logró anotar un punto a su favor y su creador pudo ver materializadas sus ideas sobre el cuidado ambiental y la estética.
Friedrich Stowasser
O Friedensreich Hundertwasser, como el mismo se nombrara. Su trabajo es sencillo, divertido de ver, sublime en los mensajes, aunque su vida tuvo la complejidad de la de todo genio. Fue pintor, diseñador, médico de la arquitectura e intenso ambientalista. Lo era todo al mismo tiempo y basta ver una parte de su obra para comprobarlo. Viena fue su casa y el lugar donde estuvo activo gran parte de su vida, pero también dejó huella en otras ciudades de la propia Austria, así como en Alemania, Japón, Estados Unidos, Israel, Suiza y Nueva Zelanda. Quizá conviniera iniciar un acercamiento a la sinceridad de su arte en KunstHausWien, donde reside gran parte de sus propuestas, siempre dotadas de arte y compromiso.